Podría escribir los versos más tristes esta noche.
Pero no.
Prefiero suspirar y
aceptar que en la vida hay que pasar por todo. Que de repente, llega un día que
fija un punto de no retorno en tu calendario. Un momento para hablar contigo
mismo de las cosas que has hecho bien, las que has hecho mal y por supuesto, de
las que no has hecho -para mi gusto esas son las más importantes-. Has de tomar
decisiones. Algunas de ellas tan absurdas que ni siquiera te las tomas en
serio, pero pobre de ti como no leas su letra pequeña. Otras enormemente
grandes, te asustan, hasta podríamos decir que te paralizan. Paran el tiempo
durante semanas si hace falta, pero sabes que no puedes escapar de ellas por
mucho que lo intentes.
Y es que me cuesta reconocer a día de hoy, que tenemos
muchos más ciclos abiertos de los que creemos. Hay partes de nosotros que no
nos interesa sacar, que preferimos aislar y guardar en una cajita. Pero que un
día por cualquier tontería, cuando menos lo esperas, estallan y salen todas de
golpe. Como si de un boomerang se tratara. Salen de su escondite, te rondan y
vuelven. Y tú ya no sabes qué hacer
porque ni siquiera sabías que existían. Habías malgastado tanto tiempo en
alejarlas de tu vista que para ti, se quemaron al sol hace siglos.
Pero no.
Siguen estando contigo.
Ten paciencia pues saber qué hacer con ellas, lleva su
tiempo. Tal vez alguna sea tu salvación. Tu “¿por qué no entonces?” que se
convierte en tu “porque ahora sí”. Conseguirás cerrar un ciclo, romper un bucle
o incluso dejar atrás la ciencia ficción. Pero sé valiente, la voluntad y la
esperanza serán tu guía, tu faro de
Alejandría.
Siéntete libre de tomar tus propias decisiones pues lejos de
incordiarte, serán las que marquen el camino.
Sin palabras! Me encanta como escribes, de verdad
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