Somos increíblemente jóvenes. Me lo dicen las canciones de Spotify que aún a 1 de enero siguen sonando a piña colada. Me lo dicen las calles cuando se llenan de besos de fin de año y miradas con sabor a tu boca lleva mi nombre.
Me lo dice tu cuerpo cuando te
mueves. Cuando no sabes qué hacer con ese mechón que siempre queda fuera del
coletero; que rebelándose contra el mundo decide emprender su propia lucha. Me
lo dices cuando hablas y se te llenan los ojos de libertad y crítica. Cuando a
mitad del camino levantas la vista y ves arte en una farola. Cuando caminas por
las vanguardistas calles de Lisboa y cada uno de sus azulejos te parece una
nueva entrada al paraíso. Cuando te enamoras de cada paso adoquinado del
Palacio de Sintra y sin querer, haces que algo nuevo se contonee frente a tu
puerta.
Me lo dice también tu manera de
mirar. Esa forma tan tuya de hacer ver que la vida va mucho más allá. Esa
manera que tienes de buscar lo diferente, lo raro; esa manera de abrirte al
mundo.
Me lo dicen las fotos. Esas que
sacas de cualquier ángulo donde el universo quiere decirte algo. Esas otras que
buscas en mercadillos callejeros de cada lugar al que viajas porque quieres tener
contigo un pedazo de esa ciudad; de ese alguien que un día vio belleza en el
mismo sitio que tú.
Me lo dice la sonrisa que siempre
llevas puesta. Esa misma que aclama a los cuatro vientos "No love, no glory". Esa que cuando lloras le da una tregua al mundo
para que la tome en serio cuando vuelva. Porque volverá, siempre lo hace.
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